Fue gracias a un
cliente, amante como yo de la literatura de horror (especialmente en
su vertiente “cósmica”), que escuché de Laird Barron. Me señaló
que hace poco había sido editada por la casa de culto “Valdemar”,
en su colección “Insomnia”, una obra de este escritor. Ambos,
buscadores de nuevos autores dentro de la ficción numinosa, solemos
hablar de hallazgos literarios, lugares donde conseguir libros, y
otros datos valiosos para un adicto a esta literatura. Así yo lo he
hecho con T.E.D. Klein y sus maravillosas “Ceremonias Macabras”
y con “The man who collected Machen” de Mark Samuels … Mi amigo
lo hacía ahora con Barron. Por supuesto, hemos conversado sobre la
oscuridad metafísica de Thomas Ligotti y el talento de Robert
Aickman. Somos lovecraftianos, y queremos nutrirnos de ese horror que
supera lo meramente sicológico y la fantasía gótica. Por tanto,
saber de un nuevo autor que de alguna forma se acerca a la expresión
del horror lovecraftiano, implica el descubrir un nuevo continente.
Lamentablemente la
librería donde lo consiguió mi amigo ya no poseía más ejemplares,
por lo que no me quedaba otra opción que encargarlo, lo cual se
demoraría según la encargada del local, unos dos meses.
Era tal el
entusiasmo que mientras esperaba mi ejemplar, compré del autor vía
internet (esta vez en inglés) una obra que me pareció sugestiva:
“The imago sequence and other stories”. Así al menos podría ir
conociendo más a este misterioso personaje, que se lo mostraba
heredero de Machen, Lovecraft, Klein, etc. Y luego de la lectura de
sus relatos me atrajo bastante su propuesta y estilo.
Tres meses después
de haber efectuado el encargo, el ansiado libro llegó. Eso sí el
precio era elevadísimo. Pero, bueno, ¡qué iba a hacer sino cerrar
los ojos y entregar mi dinero! “La literatura es la muerte”, ha
dicho Louis Ferdinand Céline, y yo lo he verificado. Pero, al menos
te ofrece una muerte gloriosa.
Ya en el hogar lo
devoré. Sus páginas me cautivaron como lo hiciera Lovecraft cuando
lo leí por primera vez, por segunda, por tercera... y hasta hoy, en
verdad. Y, sin embargo, ¡no!No era Lovecraft (ni Machen). Pero, eso
me pareció excelente. De alguna manera Barron como H.P.L. captaba lo
que se ha denominado como “horror cósmico”, aunque en la forma
no intentaba imitarlo; por el contrario, su estilo lo alejaba de los
pasticheros (quienes, por lo demás, me son sujetos molestos). Estaba
frente a otro grande de la ficción numinosa, que provocaba ese miedo
cósmico sin ser Lovecraft, de igual manera que Ligotti es original.
Sí, no pude
despegar la vista de sus páginas. Y aunque suelo leer mucho, el 80%
de lo que leo son relatos. Una novela de más de 300 páginas es para
mí algo más o menos problemático, pues entre la vida laboral, mi
papel de escritor, aficionado al dibujo y padre de familia, no queda
mucho tiempo. Pero, con “El grito” ocurrió algo desacostumbrado.
Lo leí sin quejas, sin aburrirme, sin saltarme una coma siquiera. La
trama y los personajes han sido hábilmente creados. En lo
estilístico tal vez pueda recordar en algo a lo mejor de Stephen
King, T.E.D. Klein y a George R. Martin. Pero insisto “en algo”.
Hay mucha originalidad en Barron. En cuanto a los temas, son
novedosos. Podría decir que el texto es inclasificable, quizá un
feliz matrimonio entre horror numinoso y noir.
El texto parte tomando por base a “La
hija del molinero”,
de los hermanos Grimm. De
manera ingeniosa realiza el autor una vuelta de tuerca de esta
historia, llevándolo a niveles oscuros inimaginables. Hay en esta
“adulteración” (y nunca esta palabra se ha usado de modo tan
adecuado) de un clásico relato infantil, que nos recuerda a lo
realizado por Angela Carter, quien es por lo demás una de las
autoras favoritas de Barron.
Un
horror ancestral viene dándose en el mundo desde hace
siglos, sino milenios. Es un horror que ha tomado forma en cultos
malditos y monstruosos, donde dos siniestros personajes tienen papel
preponderante: el Enano y una mujer que es atractiva y repulsiva a la
vez. Han hecho un pacto horrible y sus consecuencias recaerán en la
humanidad.
La historia avanza y
llegamos al siglo XX, donde el personaje central es Donald Miller. Es
un experto en geologia, que se ha casado con la bella Michelle Mock,
antropóloga de renombre que se ha interesado por ciertas
pervivencias de cultos en cavernas. El matrimonio funciona bien, tal
vez porque ambos son opuestos: él más bien sereno, imperturbable;
ella, fuerte, independiente, como todas las mujeres de su familia.
Habrá muertes, persecuciones, secuestros, olvidos y recuerdos. El
mundo antiguo, pagano, brutal, querrá ser presente y no solo en el
lejano Asia, sino también en el continente americano. La descripción
del centro del culto que es dada al final del libro es evocadora.
Hay relatos dentro
del relato. Pues “El grito” de alguna forma es un libro dentro de
un libro y que como un inmenso Ouroburos se muerde la cola. Muchos
personajes deambulan. Muchos lugares son escenas de la vida del culto
a una maligna Gran Sanguijuela. Barron hace de lo cotidiano algo
importante, que permitirá la comprensión de los misterios. Y así
en la medida que vamos avanzando en la novela, nos iremos dando
cuenta que todo tiene un sentido, y al igual que el personaje central
armaremos un rompecabezas espeluznante, con las piezas que pensábamos
eran por si mismas un todo.
Pero, ¡basta! Lo
siento esta vez; pero no describiré más allá la trama. Quiero que
sean Uds. los que directamente conozcan y así disfruten esta obra
singular. Como una sabrosa manzana, cada mordida provocará un
disfrute. Y yo no seré quien se los impide hacerlo; es más, los
invito a ello.
“El grito” a mi
juicio se constituye en camino obligado para los amantes no solo de
la buena literatura de horror, sino de la ficción en general. No se
arrepentirán. Y no exagero.
P.D: Para los que
deseen saber más del escritor, aquí hallarán una entrevista:
http://fatalibelli.com/blog/2014/04/21/entrevista-con-laird-barron-miedo-e-inspiracion/