1.-
Breve introducción
Asombrará
a la mentalidad moderna, tan habituada y saturada del culto al sexo,
no hallar casi ningún rastro de erotismo (1) en la cantidad inmensa
de prosa y poesía legada a la literatura por H. P. Lovecraft
(1890-1937). Ello por cuanto incluso las obras de sus colegas más
queridos en el terreno de la ficción (2) contienen abundantes
elementos dotados de una sensualidad innegable.
Por
esto llama la atención un poema que nos puede mostrar a un otro
Lovecraft. Su nombre: Nathicana.
Dicha
obra no sólo es curiosa desde esta perspectiva; sino que además por
encontrarse escrita en verso libre, estilo que el gentleman de
Providence decía detestar. El carácter conservador de nuestro
escritor le impedía aceptar una forma literaria que rompía con las
reglas poéticas preservadas desde hace mucho tiempo, a la vez que le
hacía desconfiar de un “método” que parecía más para personas
poco laboriosas que para verdaderos oficiantes de la escritura como
él.
Sobre
el verso libre, H.P.L. señalaba:
“De
las varias formas de manifiesta decadencia en el arte poético de la
edad presente, nada golpea tan duramente sobre nuestra sensibilidad
como la alarmante declinación en aquella regularidad armoniosa del
metro, la cual adornó la poesía de nuestro ancestros inmediatos”
(3).
¿Cuál
es la causa por la que en Nathicana Lovecraft rompiera con sus
aceradas ideas y su práctica ritual? No lo sabemos. Pero podemos
especular que se debió a una especie de juego literario al cual
estaba acostumbrado, y que se manifiesta tanto en su comunicación
epistolar como en su faceta literaria. Este aspecto lúdico que
contrasta con la fría y pálida figura que los medios han hecho de
H.P.L., lo llevaba a dar como lugar de remitente el Desierto de Leng
y otras de sus fantásticas creaciones de geografía onírica, a
utilizar el apodo del abominable Abdul Alhazred, a incluir a sus
amigos en sus relatos o a colaborar en la elaboración de cuentos
colectivos.
Nathicana
podría ser, por tanto, una broma más de H. P. L… (4)
Sobre
la fecha de este poema, podemos conjeturar que se hallaría entre
1916 y 1920. Por otra parte, la extensa y bastante minuciosa
bibliografía lovecraftiana de poesía incluida en la
página http://www.hplovecraft.com no
aporta la fecha de su escrituración.
Sólo
tenemos certeza respecto al lugar donde fue publicado
originariamente. Sería la revista de fantasía The Vagrant. En
sitios web se indica que habría sido publicada en dicha revista
durante la primavera de 1927. No obstante, en Lovecraft, una
biografía (5) de Sprague de Camp, se señala en la nota respectiva,
primavera de 1917; lo cual nos confunde aun más.
El
enigma es mayor cuando sabemos que hay quienes creen que dicho poema
sería obra no de uno sino de dos autores: H. P. Lovecraft y su amigo
Alfred Galpin.
El
estilo poético tiene indudables influencias de E. A. Poe como de los
románticos europeos. Pero en verdad no sólo el estilo, sino el
espíritu. De ello da cuenta la sentencia siguiente: ” El horrible
coma llamado vida…”. La muerte es algo deseado. Es el lugar donde
la paz es eterna.
Poe,
en el poema Para Annie, como en verdad en la casi totalidad de su
narrativa fantástica, consigna una idea similar:
“¡Alabemos
al Eterno!…
el mal ha cesado ya
y la fiebre del “vivir”
ahora
vencida está (6) ” .
La
vida, para Lovecraft y el autor de El gato negro es, entonces, un
coma, una fiebre. Estado anormal y enfermo, propio del ser
manifestado.
Uno
puede preguntarse si la referencia lovecraftiana a Zais, ¿es una
alusión a Die Lehrlinge zu Sais (Los discípulos en Saís) (7) de
nuestro apreciado Novalis? Ello es factible, y demostraría lo dicho
respecto a la visión romántica, o quizás más precisamente
“gnóstica”, de H.P.L.
La
alegoría del blanco y rojo es interesante. Nathicana, pálida y
hermosa, representa la Poesía, el Bien Supremo. De alguna manera
ella incluye la trilogía platónica: Verdad – Bien – Belleza. La
vida, por el contrario, es simbolizada por el rojo, color de la
sangre. Lo que era sin-existencia en algún momento es alterado por
la vida, con su color rojizo, que para el poeta es algo nefasto, pues
implica necesariamente un camino hacia la decadencia. Una mutación,
y por tanto lo opuesto a lo Ideal, siempre inmutable.
Finalmente,
el rojo todo lo cubre. Por ello, el narrador prepara un brebaje para
acabar rápidamente con la maldita influencia de la vida… Sólo así
volverá la arquetípica Nathicana, “cuya imagen no es posible
encontrar en vida”.
2.-
La traducción
La única traducción al castellano del presente
poema que conocemos es la realizada por Emiliano González e incluida
en la antología intitulada El libro de lo insólito (8) .
Hacemos
presente que se han encontrado pequeñas diferencias entre ambos
textos (el recogido por el escritor mexicano y la versión
internética); por lo cual hemos optado por seguir el orden expuesto
en la versión en inglés.
A
continuación, nuestra traducción del poema Nathicana.
NATHICANA
Fue
en el pálido jardín de Zais,
Los jardines neblinosos de
Zais,
Donde florece el nephalot blanco,
El perfumado heraldo de
medianoche.
Ahí dormitan los quietos lagos de cristal,
Y
arroyos que fluyen sin murmurar,
Los suaves arroyos desde las
cavernas de Kathos
Donde germinan los espíritus calmos del
ocaso.
Y sobre los lagos y arroyos
Hay puentes de alabastro
puro,
Puentes blancos todos tallados hábilmente
Con figuras de
hadas y demonios.
Aquí resplandecen soles raros y planetas
extraños,
Y extraña es la creciente Banapis
Que se pone más
allá de las murallas cubiertas de hiedra
Donde se hace espeso el
ocaso del atardecer
Aquí caen los vapores blancos de Yabon;
Y
aquí en el remolino de vapores,
Yo vi a la divina Nathicana;
La
enguirnaldada, blanca Nathicana;
La de ojos humildes, la de labios
rojos Nathicana;
La de voz plateada, la amada Nathicana;
Y
siempre fue ella mi amada;
Desde las edades en que el tiempo era
no nacido;
Cuando nada nacía, salvo Yabon.
Y aquí habitábamos
por siempre
Los niños inocentes de Zais,
En forma queda, en
los senderos y las plazoletas
Coronados de blanco con el bendito
nephalot.
¡Cómo acostumbrábamos flotar en el ocaso
Sobre
prados cubiertos de flores y sobre laderas
Todas blancas con el
humilde astalthon;
El humilde pero amado astalthon,
Y soñábamos
en un mundo construido de sueños
Sueños que son más rubios que
Aidenn;
Sueños luminosos que son más reales que la razón!
Así
soñamos y amamos a través de las edades,
Hasta que vino la
maldita estación de Dzannin;
La estación maldita por demonios de
Dzannin;
Cuando rojos brillaron los soles y planetas,
Y roja
brilló la creciente Banapis,
Y rojos cayeron los vapores de
Yabon.
Entonces enrojecieron las flores y los arroyos
Y lagos
que yacían bajo los puentes,
E incluso el calmo alabastro
Brilló
rosado con reflejos misteriosos
Hasta que las esculpidas hadas y
demonios
Miraron, rojos, desde detrás de la sombra.
Ahora mi
visión enrojecía, y en forma demencial
Yo me forcé por
vislumbrar a través de la densa cortina
Y vi a la divina
Nathicana;
La pura, siempre pálida Nathicana;
La amada,
inmutable Nathicana.
Sin embargo, vórtice sobre vórtice de
locura
Nublaron mi laboriosa visión;
Mi maldita, enrojecida
visión;
Que construía un mundo nuevo para mi contemplación;
Un
mundo nuevo de color rojo y tinieblas,
Un horrible coma llamado
vida
Ahora en este coma llamado vida
Yo contemplo los
brillantes fantasmas de belleza;
Los fantasmas de falsa
belleza
Que ocultan todas las maldades de Dzaninn.
Los veo con
ansia infinita,
Tan parecidos a mi amada:
Aunque en sus ojos
brilla su maldad;
Su crueldad e impiedad,
Más despiadada que
Thaphron y Latgoz,
Doblemente nociva por su disimulo que atrae.
Y
sólo en los sueños de medianoche
Aparece la perdida doncella
Nathicana,
La pálida, la pura Nathicana
Quien se desvanece en
la mirada del soñador.
Una y otra vez yo la busco;
Y en mi
lástima recurro a los profundos tragos de Plathotis,
Profundos
tragos mezclados en el vino de Astarte
Y fortalecidos con lágrimas
de largo llanto.
Y añoro los jardines de Zais;
Los amados, los
perdidos jardines de Zais
Donde surge el blanco nephalot,
El
flagrante heraldo de medianoche.
El potente último trago estoy
preparando;
Un brebaje con el cual los demonios se deleitan;
Un
trago con el cual desaparezca el color rojo;
El horrible coma
llamado vida.
Pronto, pronto, si no me falla el brebaje,
El
rojo y la locura se desvanecerán,
Y en la profundidad tenebrosa
habitada por gusanos
Se pudrirán las cadenas que me han
sujetado.
Una vez más los jardines de Zais
Resplandecerán
blancos en mi visión largamente torturada
Y en medio de los
vapores de Yabon
Se levantará la divina Nathicana;
La eterna,
restaurada Nathicana;
Cuya imagen no es posible encontrar en vida.
NOTAS:
1.-
Otra débil acentuación “erótica” que puede hallarse en la obra
lovecraftiana es la canción incluida en su relato La Tumba (Obras
escogidas. H. P. Lovecraft. Editorial Acervo, Barcelona, 1966. p.
34). Anotemos que las pocas mujeres que encontramos en los relatos de
H. P. L. suelen asociarse al mal y están menguadas de los encantos
que las caracterizan en la vida real.
2.-
E. A. Poe, Arthur Machen, Clark Ashton Smith y Robert E. Howard, por
ejemplo.
3.-
Metrical regularity. Artículo publicado en The Conservative (la
publicación creada por el genio de Providence), en Julio de 1915.
Actualmente incluido en el libro The Conservative. H. P. Lovecraft.
Introducción de S. T. Joshi. Necronomicon Press, West Warwick, Rhode
Island, 1990. p. 5.
4.-
Luego de haber escrito esta introducción encontramos una interesante
información que demostraría lo anterior. En el
sitiohttp://sprg.ssl.berkeley.edu/~wcoburn/hpl/nathanic.html existe
una nota que indica que H.P.L en una carta enviada a su amigo Donald
Wandrei, de fecha 2 de Agosto de 1927, señalaba que el presente
poema sólo era un juego, cuyo contenido era poco importante. Y así
dice que Nathicana es una: “parody on those stylistic excesses
which really have no basic meaning”.
5.-
Lovecraft, una biografía. L. Sprague de Camp. Valdemar ediciones,
Madrid, 1992. Nos referimos a la nota N° 6 al capítulo VIII, p.
384.
6.-
El cuervo, Las campanas y otros poemas. Edgar Allan Poe. Editorial de
Grandes Autores, Buenos Aires, 1943, p. 113.
7.-
Los discípulos en Saís se encuentra incluido en Los románticos
alemanes. Hoffmann, Novalis y otros. Centro editor de América
Latina, S.A., Buenos Aires, 1968.
8.-
El libro de lo insólito. Emiliano González y Beatriz Álvarez
Klein. Segunda edición, Fondo de Cultura Económica, México, D.F.,
1994. El poema se encuentra en pp. 345-348.
Sergio Fritz Roa, por la traducción, notas y comentarios. 2004