lunes, 23 de febrero de 2015

“Las brujerías de Aphlar y otras fantasías lovecraftianas” de Duane W. Rimel (Sergio Fritz Roa)




Uno de los mayores goces para un coleccionista de la obra de H.P.Lovecraft y su Círculo (el conjunto de autores que se comunicaron con el genio de Providence y que vieron influida su propia obra por la mitología lovecraftiana o fueron ayudados por H.P.L. en la mejor elaboración de sus ideas) es descubrir un nuevo texto del Maestro, como de sus acólitos. Para aquéllos (para nosotros, debería decir), una carta desconocida de Abuelo (la manera como le gustaba llamarse Lovecraft en su correspondencia), un relato en colaboración donde participó H.P.L., un cuento de un escritor del Círculo, un poema de Lovecraft traducido al español... son verdaderos elementos de deleite.

Y, cuando esta novedad es un libro, repleto de información biográfica, cuentos y poesías de alguien ligado al Horror Numinoso, ¡el coleccionista pensará que halló un cofre repleto con tesoros!

Así me sentí al tener en mis manos “Las brujerías de Aphlar y otras fantasías lovecraftianas”, selección de escritos y poemas de horror de Duane W. Rimel, que mi buen amigo, el experto en Lovecrafiana, Oscar Mariscal realizara para la editora La biblioteca del laberinto (Madrid, 2011, 186 pp).

Del autor, los amantes hispanoamericanos de este tipo de literatura sabíamos muy poco. Además de la poesía y el relato ("Las joyas de Charlotte") que el mismo Oscar Mariscal tradujo en “Sueños de Yith y otras revisiones inéditas de H.P.Lovecraft” (editado por la misma editorial del libro objeto de esta reseña), según mi información sólo habían sido traducidos tres de esas colaboraciones lovecraftianas: “La exhumación”, “El árbol en la colina” y “La hechicería de Aphlar” (todos ellos pueden leerse en la “Biblioteca Lovecraft”, que editara Edaf). Por eso, cuando me enteré que el texto podía comprarse online, no lo dudé. ¡A veces la maldita tarjeta de crédito puede provocar cierta satisfacción! Y aproveché de comprar este texto de Rimel, junto al citado “Sueños de Yith y otras revisiones inéditas de H.P.Lovecraft”, un conjunto de textos lovecraftianos que andaban desperdigados y que con sabio trabajo pudo ordenar el antologador Mariscal. Pero, vamos por parte...

La selección en comento se compone de 19 relatos y 26 poemas, más un pequeño artículo escrito por Duane W. Rimel con Emil Petaja titulado: “Música sobrenatural”, que insinúa interesantes cuestiones respecto a la relación literatura fantástica y música. Además, un excelente prólogo que nos permite conocer lo esencial de Rimel, su relación con Lovecraft, como del material que se ha recopilado. Algunas fotografías y dibujos se han incorporado, haciendo más agradable el libro.

¿Qué podemos decir de Rimel? Que conoció muy joven la obra de Lovecraft, cuando éste aun vivía, y que no vaciló en contactarse con él. Es más, su maestro no dudó en ayudarlo en la revisión de ciertos escritos, como en permitirle usar algunas de sus ideas. Junto a .. fundó el fandom “The Acolyte”, órgano cuyo objeto fue la publicación de literatura lovecraftiana. Aunque tuvo corta vida, es muy recordado por los amantes de los fanzines. La obra de Rimel se inclinó inicialmente por el horror, siendo algunos de sus relatos publicados por la mítica “Weird Tales”; pero, con posterioridad fue dirigida hacia otros campos: las novelas de crímenes (una incluso publicada en español por la célebre editorial Saturnino Calleja), y la literatura erótica (llegando en algunos momentos a lo propiamente pornográfico). En los años 80, quizá por el gran auge que empezó a tener Lovecraft en el mundo, hubo quienes se interesaron en todo lo que oliera a Horror Cósmico, y valorizaron a Rimel. Éste no dudó en volver a la ficción de horror. Escribió algunos cuentos y se hicieron antologías en revistas de fanáticos de Lovecraftiana. Breve éxito, pues murió en 1996.

La obra de Rimel que aquí nos interesa, se refiere en muchas ocasiones a una ciudad inventada por él: Hampdon, lugar decadente, que recuerda al Arkham de Lovecraft. Y también a un libro maldito: “Chronike von Nath”, que sería una especie de “Necronomicon”.

Aunque como escritor Duane Rimel no sea un William Hope Hodgson, un Arthur Machen, un H. P. Lovecraft o un Clark Ashton Smith, sin embargo nos parece bastante aceptable, en esa línea media en que se hallan autores como Frank Belknap Long, Henry Kuttner o Robert Bloch; llegando en ciertos relatos a niveles memorables, como por ejemplo los siguientes:

1) “El desenterrado”. Aquí encontramos la clásica figura del científico-loco, que nos hace pensar de alguna manera en el truculento personaje de “Herbert West: Reanimador” de H.P.L. Es un cuento eficaz y sórdido.

2) “La cámara de metal”. Nos hallamos en un relato de ciencia ficción con ciertos materiales de horror, donde se nos habla de una abducción por extraterrestres, una ciudad en otro mundo, y de seres invisibles pero aterradores. Si pensamos que fue publicado en 1939, cuando nadie hablaba de ese tema que posteriormente causó tanta sensación y que los utólogos llamarían “abducciones” (Lovecraft ya trató el tema extraterrestre, pero no de esta forma), veremos lo adelantado de Rimel.

3) “La música de las esferas”. Esta es una de las obras de Rimel que más me agradó. Su inicio recuerda demasiado a “La cosa en el umbral” (el homicida que dice que al matar a otra persona libró a la humanidad de horrores innominables) y en su contenido toma ciertas ideas del relato lovecraftiano “La música de Erich Zann”. Hay menciones a libros malditos (a la “Chronike von Nath” del alemán Rudolf Yergler; creación de Rimel) , al mismo Lovecraft, etc. Pero a pesar de ser un pastiche lovecraftiano es para mí de los mejores que he leído; comparable en intensidad an “Los perros de Tíndalos” de Frank Belknap Long o “El beso negro” de Robert Bloch y Henry Kuttner. Sus especulaciones sobre la música y el horror, que ya encontramos en el artículo que abre el libro (“Música sobrenatural”), son muy interesantes. Este interés por la música se entiende toda vez que Rimel fue un gran amante del jazz, pasión que le permitió conocer a Francis Towner Laney con quien editará “The Acolyte”, fanzine del cual ya hemos hablado.

4) “Las colinas más allá de Hampdon”. El presente es un escrito de horror, donde encontramos los clásicos componentes de un relato lovecraftiano: hechicería, leyes físicas que se intentan romper, portales mágicos, libros condenados y un hombre que desea contactarse con otros mundos. La elaboración del escrito y la técnica empleada me parecen impecables.

5) “El árbol de la colina”. Es un exquisito relato de imaginación y visiones delirantes, donde el mismo Lovecraft colaboró. Aun cuando estos escritos no sean “El horror de Dunwich” o “La llamada de Cthulhu”, permiten un viaje agradable a esas tierras fantásticas que todo lector de este tipo de literatura anhela.

En esta antología de Rimel no sólo se incluyen sus relatos de horror, sino también otros de fantasía pura, como “La ciudad bajo el mar” o “La princesa de la jungla” que nos recuerdan a Rider Haggard con esa inquietante y bella novela que es “Ella” o al ciclo de John Carter escrito por Edgar Rice Burroughs; y “El último científico”, donde el nuevo Adán es un homúnculo. Hay textos menores como “Josué II: El hombre que conmocionó Corvaillis” (que está dentro de lo policial y el poder de las sectas; otro punto donde Rimel se adelantó), el cual pudo haber sido un buen relato, pero que el autor no desarrolló con la conveniencia deseada; “Norton y yo”, “La historia de Rondo e Ilana”, etc.

Un punto a favor de Rimel es su poesía. Tan difícil como escribir un buen relato de horror lo es la ejecución de este tan poco cultivado arte de crear poemas fantásticos. Son pocos nombres los que sobresalen. Sin duda: Clark Ashton Smith, Lilith Lorraine, Robert E. Howard y el Lovecraft de “Hongos de Yuggoth”. Rimel podría considerarse un legítimo continuador de estos autores, que es capaz de evocar horribles vacíos exteriores y el sentimiento de pequeñez del hombre frente a la inmensidad del universo.

Para finalizar, insto a apoyar iniciativas de editoriales como “La biblioteca del laberinto”, que cansadas de la repetición de los ya conocidos textos de Lovecraft y su Círculo, están tratando de difundir ese aspecto menor (pero, no por ello sin importancia) y aunque tal vez no esté tan bien armado como son los mejores relatos de nuestros autores, sin embargo permiten una mejor comprensión del corpus total lovecraftiano, entregándonos textos que pueden causar auténticos goces estéticos y un escape del monótono mundo moderno. Dos motivos más que suficientes.


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