martes, 24 de febrero de 2015

Nathicana: ¿el poema más enigmático de Lovecraft? (Sergio Fritz Roa)



1.- Breve introducción
Asombrará a la mentalidad moderna, tan habituada y saturada del culto al sexo, no hallar casi ningún rastro de erotismo (1) en la cantidad inmensa de prosa y poesía legada a la literatura por H. P. Lovecraft (1890-1937). Ello por cuanto incluso las obras de sus colegas más queridos en el terreno de la ficción (2) contienen abundantes elementos dotados de una sensualidad innegable.

Por esto llama la atención un poema que nos puede mostrar a un otro Lovecraft. Su nombre: Nathicana.

Dicha obra no sólo es curiosa desde esta perspectiva; sino que además por encontrarse escrita en verso libre, estilo que el gentleman de Providence decía detestar. El carácter conservador de nuestro escritor le impedía aceptar una forma literaria que rompía con las reglas poéticas preservadas desde hace mucho tiempo, a la vez que le hacía desconfiar de un “método” que parecía más para personas poco laboriosas que para verdaderos oficiantes de la escritura como él.

Sobre el verso libre, H.P.L. señalaba:
De las varias formas de manifiesta decadencia en el arte poético de la edad presente, nada golpea tan duramente sobre nuestra sensibilidad como la alarmante declinación en aquella regularidad armoniosa del metro, la cual adornó la poesía de nuestro ancestros inmediatos” (3).

¿Cuál es la causa por la que en Nathicana Lovecraft rompiera con sus aceradas ideas y su práctica ritual? No lo sabemos. Pero podemos especular que se debió a una especie de juego literario al cual estaba acostumbrado, y que se manifiesta tanto en su comunicación epistolar como en su faceta literaria. Este aspecto lúdico que contrasta con la fría y pálida figura que los medios han hecho de H.P.L., lo llevaba a dar como lugar de remitente el Desierto de Leng y otras de sus fantásticas creaciones de geografía onírica, a utilizar el apodo del abominable Abdul Alhazred, a incluir a sus amigos en sus relatos o a colaborar en la elaboración de cuentos colectivos.

Nathicana podría ser, por tanto, una broma más de H. P. L… (4)

Sobre la fecha de este poema, podemos conjeturar que se hallaría entre 1916 y 1920. Por otra parte, la extensa y bastante minuciosa bibliografía lovecraftiana de poesía incluida en la página http://www.hplovecraft.com no aporta la fecha de su escrituración.
Sólo tenemos certeza respecto al lugar donde fue publicado originariamente. Sería la revista de fantasía The Vagrant. En sitios web se indica que habría sido publicada en dicha revista durante la primavera de 1927. No obstante, en Lovecraft, una biografía (5) de Sprague de Camp, se señala en la nota respectiva, primavera de 1917; lo cual nos confunde aun más.

El enigma es mayor cuando sabemos que hay quienes creen que dicho poema sería obra no de uno sino de dos autores: H. P. Lovecraft y su amigo Alfred Galpin.

El estilo poético tiene indudables influencias de E. A. Poe como de los románticos europeos. Pero en verdad no sólo el estilo, sino el espíritu. De ello da cuenta la sentencia siguiente: ” El horrible coma llamado vida…”. La muerte es algo deseado. Es el lugar donde la paz es eterna.

Poe, en el poema Para Annie, como en verdad en la casi totalidad de su narrativa fantástica, consigna una idea similar:


¡Alabemos al Eterno!…
el mal ha cesado ya
y la fiebre del “vivir”
ahora vencida está (6) ” .


La vida, para Lovecraft y el autor de El gato negro es, entonces, un coma, una fiebre. Estado anormal y enfermo, propio del ser manifestado.

Uno puede preguntarse si la referencia lovecraftiana a Zais, ¿es una alusión a Die Lehrlinge zu Sais (Los discípulos en Saís) (7) de nuestro apreciado Novalis? Ello es factible, y demostraría lo dicho respecto a la visión romántica, o quizás más precisamente “gnóstica”, de H.P.L.

La alegoría del blanco y rojo es interesante. Nathicana, pálida y hermosa, representa la Poesía, el Bien Supremo. De alguna manera ella incluye la trilogía platónica: Verdad – Bien – Belleza. La vida, por el contrario, es simbolizada por el rojo, color de la sangre. Lo que era sin-existencia en algún momento es alterado por la vida, con su color rojizo, que para el poeta es algo nefasto, pues implica necesariamente un camino hacia la decadencia. Una mutación, y por tanto lo opuesto a lo Ideal, siempre inmutable.

Finalmente, el rojo todo lo cubre. Por ello, el narrador prepara un brebaje para acabar rápidamente con la maldita influencia de la vida… Sólo así volverá la arquetípica Nathicana, “cuya imagen no es posible encontrar en vida”.

2.- La traducción
La única traducción al castellano del presente poema que conocemos es la realizada por Emiliano González e incluida en la antología intitulada El libro de lo insólito (8) .
Del sitio http://www.geocities.com/area51/shire/7473/nathicana.html hemos rescatado este poema, para traducirlo.

Hacemos presente que se han encontrado pequeñas diferencias entre ambos textos (el recogido por el escritor mexicano y la versión internética); por lo cual hemos optado por seguir el orden expuesto en la versión en inglés.

A continuación, nuestra traducción del poema Nathicana.


NATHICANA

Fue en el pálido jardín de Zais,
Los jardines neblinosos de Zais,
Donde florece el nephalot blanco,
El perfumado heraldo de medianoche.
Ahí dormitan los quietos lagos de cristal,
Y arroyos que fluyen sin murmurar,
Los suaves arroyos desde las cavernas de Kathos
Donde germinan los espíritus calmos del ocaso.
Y sobre los lagos y arroyos
Hay puentes de alabastro puro,
Puentes blancos todos tallados hábilmente
Con figuras de hadas y demonios.
Aquí resplandecen soles raros y planetas extraños,
Y extraña es la creciente Banapis
Que se pone más allá de las murallas cubiertas de hiedra
Donde se hace espeso el ocaso del atardecer
Aquí caen los vapores blancos de Yabon;
Y aquí en el remolino de vapores,
Yo vi a la divina Nathicana;
La enguirnaldada, blanca Nathicana;
La de ojos humildes, la de labios rojos Nathicana;
La de voz plateada, la amada Nathicana;
Y siempre fue ella mi amada;
Desde las edades en que el tiempo era no nacido;
Cuando nada nacía, salvo Yabon.
Y aquí habitábamos por siempre
Los niños inocentes de Zais,
En forma queda, en los senderos y las plazoletas
Coronados de blanco con el bendito nephalot.
¡Cómo acostumbrábamos flotar en el ocaso
Sobre prados cubiertos de flores y sobre laderas
Todas blancas con el humilde astalthon;
El humilde pero amado astalthon,
Y soñábamos en un mundo construido de sueños
Sueños que son más rubios que Aidenn;
Sueños luminosos que son más reales que la razón!
Así soñamos y amamos a través de las edades,
Hasta que vino la maldita estación de Dzannin;
La estación maldita por demonios de Dzannin;
Cuando rojos brillaron los soles y planetas,
Y roja brilló la creciente Banapis,
Y rojos cayeron los vapores de Yabon.
Entonces enrojecieron las flores y los arroyos
Y lagos que yacían bajo los puentes,
E incluso el calmo alabastro
Brilló rosado con reflejos misteriosos
Hasta que las esculpidas hadas y demonios
Miraron, rojos, desde detrás de la sombra.
Ahora mi visión enrojecía, y en forma demencial
Yo me forcé por vislumbrar a través de la densa cortina
Y vi a la divina Nathicana;
La pura, siempre pálida Nathicana;
La amada, inmutable Nathicana.
Sin embargo, vórtice sobre vórtice de locura
Nublaron mi laboriosa visión;
Mi maldita, enrojecida visión;
Que construía un mundo nuevo para mi contemplación;
Un mundo nuevo de color rojo y tinieblas,
Un horrible coma llamado vida
Ahora en este coma llamado vida
Yo contemplo los brillantes fantasmas de belleza;
Los fantasmas de falsa belleza
Que ocultan todas las maldades de Dzaninn.
Los veo con ansia infinita,
Tan parecidos a mi amada:
Aunque en sus ojos brilla su maldad;
Su crueldad e impiedad,
Más despiadada que Thaphron y Latgoz,
Doblemente nociva por su disimulo que atrae.
Y sólo en los sueños de medianoche
Aparece la perdida doncella Nathicana,
La pálida, la pura Nathicana
Quien se desvanece en la mirada del soñador.
Una y otra vez yo la busco;
Y en mi lástima recurro a los profundos tragos de Plathotis,
Profundos tragos mezclados en el vino de Astarte
Y fortalecidos con lágrimas de largo llanto.
Y añoro los jardines de Zais;
Los amados, los perdidos jardines de Zais
Donde surge el blanco nephalot,
El flagrante heraldo de medianoche.
El potente último trago estoy preparando;
Un brebaje con el cual los demonios se deleitan;
Un trago con el cual desaparezca el color rojo;
El horrible coma llamado vida.
Pronto, pronto, si no me falla el brebaje,
El rojo y la locura se desvanecerán,
Y en la profundidad tenebrosa habitada por gusanos
Se pudrirán las cadenas que me han sujetado.
Una vez más los jardines de Zais
Resplandecerán blancos en mi visión largamente torturada
Y en medio de los vapores de Yabon
Se levantará la divina Nathicana;
La eterna, restaurada Nathicana;
Cuya imagen no es posible encontrar en vida.

NOTAS:
1.- Otra débil acentuación “erótica” que puede hallarse en la obra lovecraftiana es la canción incluida en su relato La Tumba (Obras escogidas. H. P. Lovecraft. Editorial Acervo, Barcelona, 1966. p. 34). Anotemos que las pocas mujeres que encontramos en los relatos de H. P. L. suelen asociarse al mal y están menguadas de los encantos que las caracterizan en la vida real.
2.- E. A. Poe, Arthur Machen, Clark Ashton Smith y Robert E. Howard, por ejemplo.
3.- Metrical regularity. Artículo publicado en The Conservative (la publicación creada por el genio de Providence), en Julio de 1915. Actualmente incluido en el libro The Conservative. H. P. Lovecraft. Introducción de S. T. Joshi. Necronomicon Press, West Warwick, Rhode Island, 1990. p. 5.
4.- Luego de haber escrito esta introducción encontramos una interesante información que demostraría lo anterior. En el sitiohttp://sprg.ssl.berkeley.edu/~wcoburn/hpl/nathanic.html existe una nota que indica que H.P.L en una carta enviada a su amigo Donald Wandrei, de fecha 2 de Agosto de 1927, señalaba que el presente poema sólo era un juego, cuyo contenido era poco importante. Y así dice que Nathicana es una: “parody on those stylistic excesses which really have no basic meaning”.
5.- Lovecraft, una biografía. L. Sprague de Camp. Valdemar ediciones, Madrid, 1992. Nos referimos a la nota N° 6 al capítulo VIII, p. 384.
6.- El cuervo, Las campanas y otros poemas. Edgar Allan Poe. Editorial de Grandes Autores, Buenos Aires, 1943, p. 113.
7.- Los discípulos en Saís se encuentra incluido en Los románticos alemanes. Hoffmann, Novalis y otros. Centro editor de América Latina, S.A., Buenos Aires, 1968.
8.- El libro de lo insólito. Emiliano González y Beatriz Álvarez Klein. Segunda edición, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1994. El poema se encuentra en pp. 345-348.


Sergio Fritz Roa, por la traducción, notas y comentarios. 2004

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